Tengo 25 años. Llevo cinco trabajando como secretaria y he pasado ya por cuatro empresas diferentes. Mi primer empleo duró un año y medio, y llegué a ganar 150.000 pesetas al mes, todo un sueño; pero el sueño duró poco, y pronto bajé a la realidad. El segundo empleo que conseguí fue ya de un mes, cobrando unas 90.000 pesetas y sin derecho a disfrutar vacaciones. El tercero fue una suplencia de una semana; en el cuarto y último logré subir a las 100.000 pesetas al mes.Ahora estoy en paro. No espero mucho de mi siguiente trabajo, que, sin duda, no será el último. Seguramente querrán pagarme igual o menos que en el anterior, a pesar de aportar más experiencia. Tengo la sensación de caminar hacia atrás, como los cangrejos. Sé que a muchos jóvenes les ocurre igual; ¿qué podemos esperar para nuestro futuro si se nos reconoce tan poco? Y encima que nos digan que traigamos criaturas al mundo...-
* Este artículo apareció en la edición impresa del Domingo, 31 de agosto de 1997