En las últimas semanas se ha producido una sucesión de accidentes de autocar que hace poco creíbles las afirmaciones de la Confederación de Transportes por Carretera sobre la seguridad de este medio de transporte, y hace menos creíbles aún los comentarios sobre la naturaleza "inexplicable" que el director general de Tráfico atribuía no hace mucho a los accidentes de carretera.Casi sin excepción alguna, estos accidentes tuvieron causas perfectamente evitables. Es posible evitar el cansancio o la distracción del conductor (a menudo debidas a unas condiciones de trabajo que, incluso si !e ajustan a la legalidad, son en muchos casos abusivas). Es posible evitar el exceso de velocidad, incluso revisando los horarios que a menudo se aducen como justificación. Es posible evitar los adelantamientos imprudentes y los excesos de confianza. Es posible, sobre todo, evitar la prepotencia imperdonable que es capaz de enfrentar a un autocar con otro vehículo en una pugna de consecuencias en potencia letales.
Todo esto es cierto también de los accidentes que afectan a cualquier tipo de vehículos, pero en el caso de los transportes públicos resulta aún más grave, debido a la indefensión de los usuarios frente a una conducción equivocada, precipitada o temeraria. Desde el sentido ético y la responsabilidad de todos, estas tragedias pueden y deben evitarse.-
* Este artículo apareció en la edición impresa del Lunes, 1 de septiembre de 1997