El mundo se despertó ayer con la conmoción de la trágica muerte de Diana, princesa de Gales, madre de un heredero al trono británico y, a sus 36 años, la mujer más fotografiada del mundo. La desaparición de la reina de corazones de los británicos provocó un aluvión de pésames y muestras de dolor, desde el Kremlin a la Zarzuela y desde Suráfrica a Cuba. Pero el mayor pesar quedó demostrado en Londres, donde ciudadanos de toda condición depositaron miles de ramos de flores a las puertas de los palacios de Buckingham y Kensington. Los detalles del funeral no se conocerán hasta hoy.
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Diana falleció a las cuatro de la madrugada por las heridas sufridas poco después de la medianoche en un violentísimo accidente de tráfico en París, cuando el coche en el que viajaba junto a su acompañante de las últimas semanas, Dodi Fayed, huía de un grupo de reporteros gráficos. Además de la princesa, perecieron Dodi, de 41 años, y el conductor. Un escolta resultó gravemente herido. La muerte en una persecución convirtió ayer a los paparazzi en objeto universal de críticas. París les maldijo por el accidente, del que muchos les consideran culpables, y por la actitud de alguno de ellos, que siguió haciendo fotos de los accidentados en vez de socorrerles. Anoche, se estaban ofreciendo fotos a cambio de un millón de dólares (150 millones de pesetas). El príncipe Carlos viajó a París, junto a dos hermanas de Diana, a recoger el cadáver de su ex esposa, que aun después de muerta sigue dando quebraderos de cabeza a la familia real británica, a la que había dejado de pertenecer tras su divorcio. Palacio, Gobierno y familia de Diana tratan de llegar a un acuerdo sobre el funeral. La familia real desea un funeral discreto, pero el pueblo británico transmitía su deseo de asistir de forma masiva.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Lunes, 1 de septiembre de 1997