FINANCIAL TIMES
Resplandeció brevemente como el portento de un estilo diferente de monarquía: más personal y más directa, pero, a pesar de las intromisiones de la prensa, igualmente regia. Sin embargo, Diana, princesa de Gales, perjudicó gravemente a la casa de Windsor. Al brillar con mayor fulgor y llegar al corazón de la gente, hizo que el resto de la familia real pareciera remota, rancia y más bien insustancial.Después de su boda con el príncipe de Gales en 1981, parecía una feliz casualidad que pudiera combinar las cualidades de una estrella de los medios de comunicación con el brillo, más solemne, de la realeza. Sin embargo, pronto se evidenció que representaba algo más que eso. Diana redescubría, en la era de la televisión, aquel aura de misterio que situaba a los monarcas en un lugar aparte en épocas anteriores. El intento pudo haber funcionado, injertando un vigor renovado en una institución archiconservadora. Su tragedia, y la de la familia real, fue que los dos estilos no podían convivir. (...) La monarquía británica ya no tendrá que competir con su presencia, más vívida y perturbadora. Pero quizá su muerte, al crear un dolor común, cure las antiguas heridas infligidas por las facciones regias en los años recientes. Y quizá pueda sacarse al menos una lección de su vida: cualesquiera que sean los demás valores que pueda representar la realeza, en la época moderna tiene que saber cómo permanecer en sintonía con el sentir popular.
1 de septiembre
* Este artículo apareció en la edición impresa del Martes, 2 de septiembre de 1997