La razón por la que los individuos que aún tienen una cierta aceptación social contando chistes racistas, sexistas, de homosexuales y algún que otro tipo, todos de malísimo gusto, no es por el encanto que éstos tengan, sino porque los demás continuamos riéndoles la gracia.¡Ni uno más! Ridiculicemos a todo aquel que, aun en momentos en que no estamos dispuestos a dar la nota, por ser una situación donde prima la diversión, pues aun así, demos un tajante y radical corte a estos elementos. Reconozcamos que siempre han sido recursos fáciles de utilizar estos chistes y juegos de palabras, que en ningún modo contribuyen a que los valores sociales que pretendemos se vayan afianzando, logren cuajar. Todos, en algún momento, hemos hecho uso de esta desgraciada estrategia; es tan sencilla de utilizar que echamos mano de ella, a veces, sin darnos cuenta. Desterrémosla, convenzamos a nuestros allegados de que tras esa, en apariencia, inocente amenización se esconde toda una lacra social corrosiva.-
* Este artículo apareció en la edición impresa del Jueves, 4 de septiembre de 1997