Cada espacio de la ciudad tiene un argumento, una idea fundamental que lo caracteriza y por la que la mayoría lo reconocemos y recordamos básicamente. A veces es una cuestión sobre todo de forma; otras, de amplitud, color, texturas, cosas, gente o movimiento. En general, el carácter de un sitio depende de lo que le es propio como lugar y de sus relaciones de continuidad con el resto del espacio urbano.Por otra parte, cuando proyectamos, manipulamos realidades urbanas, particularizando, jugamos con un espacio existente. La definición del espacio urbano se produce simultáneamente a dos escalas: la de sí mismo y la de su entorno. En consecuencia. a la hora de proyectar o de pintar colores sobre un plano, no sólo hay que considerar la forma medible del espacio, su envolvente edificada, sino también el espacio de las referencias, la envolvente global donde se produce el diálogo con el entorno.
Sabemos que cada sitio es único, y esto, aun siendo evidente, es un hecho fundamental en nuestra relación con el espacio urbano. Sabemos también que en cada una de sus dos escalas, el espacio urbano presenta contenidos que pueden complementarse o negarse.
El argumento de un espacio puede ser infinitamente diverso: casi inexistente, contradictorio, original, basarse sobre todo en la actividad, en lo necesario de ese espacio o en su contenido poético... Por ejemplo, hay espacios de límites lejanos e imprecisos, sumergidos en el paisaje y, en consecuencia, dominados por el entorno. Desde ellos, la ciudad puede entenderse, verse a sí misma.
El paseo de la Florida es un espacio de este tipo: un vacío contenedor de paisaje. El vaso del paseo se abre hasta la cornisa donde nació la ciudad y configura una gran cuenca. Allí donde el espacio próximo y el de las referencias componían el mismo argumento se ha introducido la ruptura, la negación. Las nuevas edificaciones levantadas en la margen libre del paseo han dejado parte de la cornisa detrás, mutilando un paisaje emblemático.Robar belleza a un espacio, herir de muerte un vacío urbano que nos pertenece a todos, es un hecho denunciable incluso en Madrid, donde la tendencia a fragmentar, crear traseras y llenarlo todo parece un instinto natural.-
* Este artículo apareció en la edición impresa del Domingo, 14 de septiembre de 1997