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La agonía de escribir

Juan Marsé describió (como haría una hora después Vargas Llosa) la agonía frente a la máquina de escribir. "Concebir una novela, pensarla, es muy entretenido. Ahora, en cuanto tengo que ponerme al trabajo, sentarme y plasmarla en un papel, ahí empiezan todos los problemas. Lo que escribo no se parece ni remotamente a lo que yo quería, y hay que empezar otra vez".La curiosidad alcanzó también a Joaquina, su esposa, a la que una periodista asaltó en un pasillo para preguntarle cuál era el secreto de sus treinta años de convivencia con el escritor. Y la respuesta, según quedó recogida en la entrevista, no pudo ser más sincera: "Estar a su lado, simplemente. Y callada. No existiendo cuando él tiene que escribir. Es la única manera de ayudarle: no existiendo".

Después de asumir plenamente su deuda con el cine de la época gloriosa de Hollywood, el de las grandes estrellas y los decorados de cartón piedra, Marsé despotricó contra las adaptaciones cinematográficas de sus propios libros (La muchacha de las bragas de oro, El amante bilingüe y Ultimas tardes con Teresa): "Las películas son horribles, porque están mal contadas y porque, paradójicamente, se parecen demasiado a las novelas, cuando a veces hay que traicionarlas". De su próxima aventura con Víctor Erice, que rodará El embrujo de Shanghai, espera lo mejor.

* Este artículo apareció en la edición impresa del Miércoles, 3 de diciembre de 1997