La creación de universos claustrofóbicos y absurdos no es patrimonio exclusivo de los novelistas. Entre éstos, Franz Kafka fue probablemente profesor aventajado. La vida real, fértil y generosa en su diversidad, nos ofrece otros ejemplos.Así, hoy es posible emular los avatares del agrimensor K. en El castillo: basta con ir a recoger a la oficina postal de Correos de la aduana de Barajas un paquete que llegue del extranjero.
El universo de Kafka, no obstante precursor, había obviado, en un guiño condescendiente y pudoroso, sus propios agujeros negros.-
* Este artículo apareció en la edición impresa del Sábado, 20 de diciembre de 1997