Selecciona Edición
Selecciona Edición
Tamaño letra
CARTAS AL DIRECTOR

Sueño

He soñado que había tempestad y que, desnuda, trataba de refugiarme con mi niño en los brazos. Quizá el riachuelo se desbordara, incluso. Quizá las ruinas terminaran de caer sobre nuestras cabezas. Allí había un hombre. Pero estaba totalmente ajeno. Los truenos parecían decir: "Mujer vestida de carne... azafata de aerolíneas... espalda de la historia... muñeca rota... amante de moro...", y muchas, muchísimas cosas más decían los truenos con voz de hombre y escupitajos de mujer. Y yo no podía moverme, ni huir, ni decir nada. Porque en los sueños las cosas suceden así. Entonces soñé que me pegaban, me despreciaban y torturaban. Aunque yo sólo traté de proteger al niño. Había sacerdotes muy ocupados con sus misas. Periodistas muy ocupados con sus sarcasmos. Y yo, angustiada, apenas podía con el peso del niño. Porque parecía pesar como si todos los nonatos del mundo se hubieran refugiado en mis pobres brazos. Allí, en un rincón del paisaje, había un hombre. Pero estaba ajeno. Entonces comprendí que yo era alguien que, agobiadamente, subía una escalera sin fin. Y el hombre ajeno me veía subir y pensaba: un culo sube.Cuando desperté, el riachuelo se había convertido en mar. Yo estaba sola. Petrificada. Entonces vinieron ellos y, a golpes, me arrancaron la cabeza. Eran legión.-

* Este artículo apareció en la edición impresa del Miércoles, 14 de enero de 1998