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Crítica:CLÁSICA: VIRTUOSOS DE FRANCIA

La viola maravillosa de Bashmet

Una vez más las Juventudes Musicales Madrileñas han acertado en sus conciertos extraordinarios sobre los que se asienta la política de becas de estudio mantenida por la organización desde que llegó a la presidencia Isabel Falabella. Ante un auditorio colmado, un grupo de tanto prestigio como Los Virtuosos de Francia, una docena de primeros premios de París, hicieron música con nobleza, extraordinario poder de fascinación y absoluto rigor musical. Con ellos, el formidable violista ruso Yuri Bashmet (Rostov, 1953)_ hizo algo más que triunfar como intérprete y director: dio clases de alta música y explicó de forma práctica lo que la música es en su esencia a través de obras de Bach, Telemann, Hoffmeister, Grieg y Chaikosvki.Hace sólo 15 días escuché el Concierto de Brandenburgo número 6 de Bach a un conjunto importante entre los cultivadores del historicismo musical. La experiencia tenía poco que objetar pero estaba claro que el público se sentía como visitante de un museo. Anteayer se puso en evidencia cómo la obra que Bach nos legó constituye algo vivo y capaz de actualizarse cada vez que se interpreta poniendo el saber, la erudición y el virtuosismo al servicio de un arte palpitante.

Los Virtuosos de Francia

Juventudes Musicales de Madrid. Solista-director: Y. Bashmet. Obras de Bach, Telemann, Grieg, Hoffmeister y Chaikosvki. Auditorio Nacional. Madrid, 21 de enero.

En dos conciertos de viola (en sol mayor, de Telemann y en re de Hoffmeister) puro barroco uno, incitante clásico vienés, el otro, Bashmet hizo maravillas de belleza sonora, cantabilidad, articulación, acentuación, fraseo y construcción tan firme como aérea de las formas. En cuanto al impulso virtuosístico, el de Bashmet es justamente el ideal: aquel que sin tener límite nos llega con naturalidad y como escondido tras la más noble evidencia de la música.

Las refinadas y sensibles piezas de la Suite Holberg, de Grieg, sentidas y expresadas como lo hicieron los virtuosos franceses, descubren cuánta belleza encierran. La constantemente programada Serenata de Chaikovski parecía cosa nueva, fresca, transparente. Bashmet, como solista y director, lleva la música en volandas. La experiencia es irresistible y el éxito fue total y consecuente con un hacer musical pleno de belleza y de verdad.

* Este artículo apareció en la edición impresa del Viernes, 23 de enero de 1998