No ha sido la visión de un extraño cometa ni el advenimiento de una plaga terrible, ni tan siquiera el oráculo tremendista de alguno de nuestros iluminados videntes posmodernos, lo que me ha hecho sentir el profundo temor al cambio de siglo y milenio. No,no ha sido nada de eso, sino el haber descubierto, después de apagar el televisor, la radio y cerrar el periódico, que el adjetivo dantesco, superada su semántica, ha pasado a ser un anacronismo- Filólogo.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Miércoles, 28 de enero de 1998