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CARTAS AL DIRECTOR

ETA, terrorismo sin fronteras

La misma noche en que asesinaron a Alberto y Ascención, mi mujer y yo también salimos a cenar fuera. Como me imagino que hicieron ellos, nosotros, un momento antes de salir, a nuestros hijos de seis y tres años les prometimos que regresaríamos pronto y que, cuando despertaran por la mañana, nos encontrarían otra vez en casa. Alberto y Ascención no han podido cumplir su promesa. ¡Qué dolor!Me imagino también si se tratara de un hermano o una cuñada. Pienso en los de Alberto y Ascensión, haciendo de tripas corazón, para aislar a sus sobrinos de los acontecimientos o buscando el momento de explicar lo incomprensible.-

* Este artículo apareció en la edición impresa del Sábado, 31 de enero de 1998