Las causas de muerte mejor conocidas en España son: la edad y la enfermedad, contra las que se hace lo que se puede; los accidentes con máquinas como el auto, la estufa, la apisonadora o la grúa, que cada día pasan controles más estrictos; las que resultan de la debilidad humana (maridos vengativos, ladrones, borrachos, drogadictos, hinchas, etcétera), que quizá no tengan remedio; el suicidio, de indeseable represión; y, en fin, el nacionalismo.Que el nacionalismo sea causa de muerte no deja de ser chocante, ya que, como el catolicismo y otras religiones, parece tan sólo un conjunto de buenos propósitos y sentimientos edificantes. Tampoco sus prácticas, las banderas y los himnos, las manifestaciones y discursos, han de ser en principio mortales para la población. Y, sin embargo, es cierto que si bien últimamente, y tras cederle la iniciativa al islamismo, el catolicismo produce menos carnicería, el nacionalismo sigue siendo desde hace 100 años una de las maneras más tontas de que te envíen al otro mundo.
Así, y del mismo modo que se ha hecho un gran esfuerzo didáctico para persuadir a los católicos de que no es imprescindible matar judíos, moros o protestantes para tener contento a Dios y algo hemos avanzado, ¿no podría comenzar a explicarse a los niños lo perjudicial que puede ser el nacionalismo en general si se administra con mala leche?
Explicarlo con sosiego e incluyendo al nacionalismo español, no vaya nadie a creer que hay trampa. Explicar, también, que en España la tradición federalista ha sido libertaria, y la nacionalista, más bien totalitaria... En fin, cosas sencillas de las que antes hablaba la izquierda. ¿Y sería un exceso pedir que también lo explicaran los nacionalistas en lugar de darle más leña al mono?
* Este artículo apareció en la edición impresa del Miércoles, 4 de febrero de 1998