Hoy, buscando unas persianas para la oficina, decidí visitar una de esas grandes superficies especializadas en bricolaje. ¡Y qué sorpresa! Selecciono las que considero van a gusto de los despachos y entonces me doy cuenta de que no tengo carrito.De manera que voy a buscarlo y al intentar introducir la típica moneda de 100 pesetas a la que estamos todos acostumbrados, veo que no hay ranura. Miro, observo, y me doy cuenta de que hay una ranura más ancha y estrecha.
Me dirijo a un agente de seguridad explicándole mi problema y me envía a información.
-Señorita, me han dicho que necesito una tarjeta para coger el carrito.
Torpe de mí, cojo la moneda de 100 pesetas y me dice:
-Necesito 5.000 pesetas en concepto de aval por el carrito, o bien su documentación.
Increíble. Pero, lamentablemente, cierto.
Por si estos señores no lo saben, es ilegal que me soliciten la documentación, ya que para esos casos tenemos agentes de seguridad y policía en este país.
Pero el colmo del colmo es que nos están llamando ladrones, antes incluso de entrar. Esto es intolerable, pero que encima venga de una empresa extranjera, aunque sea comunitaria, ya es excesivo. Quizá estas normas las hayan tenido que tomar porque en su país les roban con frecuencia los carritos.
Yo me llamo Fernando Cotta, español y agradecido por ello, y no estoy dispuesto a tolerar semejante falta de respeto por parte de nadie.-
* Este artículo apareció en la edición impresa del Lunes, 9 de febrero de 1998