El tumultuoso conflicto de los taxistas refleja un mal que ya fue diagnosticado hace dos años: la falta de competitividad del sector y la desatención municipal. Así lo estableció en 1996 El Libro Blanco del Taxi, un pormenorizado estudio de 11 tomos elaborado por una consultora a partir de encuestas a 1.800 usuarios y 400 conductores.El resultado del análisis, además del tirón de orejas a taxistas y munícipes, ofrecía una radiografía del sector y sus problemas. Destacaba, por ejemplo, el exceso de licencias que hay en Madrid (15.505 licencias). Una saturación que, por mala gestión de los recursos, acarreaba que los taxis fuesen vacíos el 60% de su tiempo en días laborables. Ligado a este problema, el estudio estableció que, pese a que las tarifas eran suficientemente altas en la capital (un 5% más caras que la media nacional), se había registrado entre 1993 y 1995 una caída del 17% en los beneficios de los taxistas, hasta el punto de que la recaudación por cada coche con un solo conductor rondaba las 17.000 pesetas diarias.
Para resolver los problemas de este sector, con una facturación anual de 78.000 millones de pesetas, el estudio aconsejaba disminuir la horas de servicio de cada taxista (cifradas en una media de 13 horas diarias), pero sobre todo que el Ayuntamiento les prestase más atención.
Recomendaba, por ejemplo, que impusiese un sistema municipal de inspección y vigilancia que erradicase el intrusismo y los taxímetros trucados (se había detectado un "alto nivel de manipulación").
Otra propuesta dirigida al Ayuntamiento era la ampliación del área de trabajo de los taxistas (una medida ya aprobada), el cambio del sistema de tarifas, la limitación de las horas de trabajo a un máximo de 13 y mejorar el servicio de Barajas (las obras del nuevo aparcamiento fueron terminadas en octubre pasado).
A los taxistas se les aconsejaba, en cambio, crear cooperativas, regresar al turno único y descansar más.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Miércoles, 11 de febrero de 1998