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Crítica:ÓPERA

La tercera vía

El teatro Calderón ha iniciado su segunda temporada lírica con los mismos argumentos que defendía antes de que el Real abriese sus puertas. El empresario José Luis Moreno tiene las ideas claras. El reclamo son los títulos. Lo demás importa mucho menos.En el actual panorama lírico madrileño, el Calderón representa algo así como la tercera vía, tanto por lo que ofrece como por el público que asiste. Lo paradójico es que mientras el teatro de la Zarzuela va a aprovechar lo que el Real no quiere hacer (ópera barroca y contemporánea), el Calderón se convierte en el alter ego del Real, programando lo que a algunos de los dirigentes de éste, y a una parte de su público, más les gusta. Los medios y las exigencias son diferentes, pero no se puede decir que la cosa no tenga gracia.

La Traviata

De Verdi. Inauguración de la temporada lírica. Teatro Calderón. Madrid, 3 de marzo.

El formato de las óperas en el Calderón es mínimo: orquesta reducida y con un punto de amplificación limitada fundamentalmente a funciones de acompañamiento; escenografía y vestuario convencionales en clave realista con algún toque kitsch; y la incertidumbre de las voces del día.

Digo lo de voces del día porque ni en la publicidad, ni siquiera en el miniprograma de mano, se menciona quién va a cantar. Hay que esperar a que por megafonía lo anuncien en el último momento. En un planteamiento cuya baza principal son las voces (la temporada pasada dio aquí sus primeros pasos María José Moreno, este mes debutante en el Real), al espectador se le exige una fe extrema. La aventura de la ópera se acentúa.

Voces en formación

El lunes cantaron la soprano búlgara Svetla Krasteva, el tenor italiano Marcello Bedoni y el barítono Ismael Pons. Son todas ellas voces en formación que mantuvieron el tipo. No es poco en una ópera como La Traviata. La soprano tuvo una entrada excelente, pero las ínclitas dificultades del primer acto mostraron sus limitaciones. En el segundo, su línea musical lució más. Borrosa en las ornamentaciones y con un control respiratorio no siempre bien administrado, expandió su lirismo como arma más firme. El tenor goza de una bella voz, aunque su discurso musical se resintió de alguna eventual pérdida de concentración. El barítono, con tendencia a la monotonía, cantó el Di Provenza con gran nobleza. Fue, en cualquier caso, un elenco vocal aceptable para una representación de ópera de bajo nivel, pero en ningún momento desastrosa. Y en Madrid, es conveniente recordarlo, se han escuchado bastantes funciones de ópera deplorables.El público, que prácticamente llenaba la sala, se lo pasó en grande. Aplaudió con espontaneidad todas las intervenciones y al final convirtió la representación en un éxito que para sí lo hubiese querido el Real en cualquiera de sus óperas de esta temporada.

* Este artículo apareció en la edición impresa del Jueves, 5 de marzo de 1998