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El primer aviso

La Bolsa española aceleró ayer su retroceso sin que ello se deba a nuevos datos negativos, ya que el mantenimiento del precio oficial del dinero en la subasta de certificados de depósito estaba descontado por los operadores. Los analistas coincidían ayer en que la principal causa de que la Bolsa de Madrid cediera 27,20 puntos (el 3,04%) y se situara en 867,16, mientras el Ibex perdía 325 (el 3,16%) y cerraba a 9.966,60 puntos, tuvo su origen en la ruptura de una serie de resistencias -utilizadas por los operadores en su análisis técnico-, lo que se tradujo en un aluvión de órdenes automáticas de venta. La más significativa, la del Ibex 35, estaba situada en los 10.200 puntos, una trinchera que saltó hecha añicos pocos minutos antes de las 12.30 horas.

A partir de ese momento, la caída fue ininterrumpida hasta media hora antes de finalizar la sesión, en la que se llegó a retroceder 33 puntos, un 3,69%. La apertura de Nueva York, con una trayectoria indefinida, tampoco ayudó a encontrar puntos de referencia al otro lado del Atlántico. En el Viejo Continente, sin embargo, las bolsas habían enfilado la cuesta abajo y todas cerraron con pérdidas.

La última media hora de contratación sirvió para una leve recuperación del mercado español, prueba de que había dinero dispuesto a entrar a precios más baratos. El alto volumen de negociación, 186.730 millones de pesetas, indica que el papel no ha encontrado todavía problemas de absorción.

La caída de la Bolsa de ayer, la más importante desde el 28 de octubre del pasado año -en plena crisis asiática- es un toque de atención a los inversores. Si hasta ahora la recogida de beneficios se había efectuado de una manera ordenada, ahora parece que el miedo se ha extendido más de lo aconsejable y, aunque todavía hay mucho dinero dispuesto a asumir riesgos, cualquier elemento negativo puede volver a disparar las ventas y quizás de una forma no tan controlada.

Las cada vez más numerosas voces de expertos que prevén una convergencia de tipos de interés en el euro por encima de las últimas previsiones tampoco favorecen el optimismo a corto plazo.

* Este artículo apareció en la edición impresa del Viernes, 24 de abril de 1998