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Tribuna:

Bombas

JUANJO GARCÍA DEL MORAL La semana pasada, de repente, nos desayunamos con las pruebas nucleares en India. Y casi sin darnos tiempo para pensar en las consecuencias, Pakistán, vecino y eterno rival, responde con que también quiere probar sus ingenios, a lo que Nueva Delhi replica a su vez con un proyecto de fabricación en serie de misiles nucleares. Nos encontramos así de lleno en una escalada más propia de la guerra fría que de esta época de desarme en la que la bomba atómica estaba casi olvidada. En los últimos tiempos sólo habían sido noticia el tratado de no proliferación y el desmantelamiento de cabezas nucleares acordados por las grandes potencias, mientras se obviaba alegremente el peligro derivado de las diferentes varas de medir empleadas en estas políticas. El sobresalto sólo llegaba de vez en cuando de la mano de las armas químicas de Sadam Husein. La iniciativa del Gobierno hindú nos ha devuelto de golpe a la cruda realidad de que la carrera armamentística está muy lejos de haber acabado, de que la política de bloques continúa vigente y de que la industria de la guerra sigue cotizando en las bolsas internacionales. Esto último, por cierto, quedó claro hace unos meses con los ¿acuerdos? para la eliminación de las minas antipersonas. Los analistas internacionales se han apresurado a avisar del peligro que se cierne sobre la región, una de las más pobladas y pobres del planeta; alertan de movimientos futuros de vecinos como China y Rusia celosos por mantener el control; y se preguntan qué actitud adoptarán otros países, como Irán, que en teoría han aceptado la política de no proliferación nuclear. Las dudas y las disensiones larvadas han vuelto a aflorar, como se ha demostrado en la cumbre del G-8 en Birmingham. Y con ellas, las varas de medir. Lo decía el domingo en este diario Zbigniew Brzezinski: "La no proliferación es como el embarazo: no se puede estar parcialmente embarazada, y una política selectiva de no proliferación no puede ser eficaz". Y es que, con tanto desarme y tanto tratado de no proliferación, hasta habíamos olvidado que, por ejemplo, Israel también es una potencia nuclear.

* Este artículo apareció en la edición impresa del Martes, 19 de mayo de 1998