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MUERE UN CINEASTA DE LA PASIÓN

Un amante de la vida

Creo que lo que mejor definía a Ricardo Franco, lo que caracterizó su vida de una manera permanente, fue el apasionamiento. Todo lo que vivió, lo que hizo, incluso lo que nunca consiguió hacer, lo afrontaba con una total entrega, apasionadamente.Quizás la columna vertebral de su vida fue el cine y, en todo caso, fue una de sus grandes pasiones y su oficio. Y, naturalmente, el cine, el propio y el ajeno, lo vivía como sólo puede vivirse lo que se ama. Pero Ricardo Franco amaba muchas otras cosas: amaba con igual intensidad la música, por ejemplo. Tocaba muy bien la guitarra, frecuentaba los conciertos y le encantaba colaborar con los profesionales. En el último disco de Nacho Campillo, grabado ya sin su grupo Tam Tam Go, hay tres o cuatro canciones con unas estupendas letras suyas.

Amaba también la literatura, muy especialmente esa amplia gama de novelistas que, desde Stevenson y Conrad a Chandler y Flannery O'Connor, consideraban la aventura del ser humano como una de las bellas artes. Y, por supuesto, amaba a las mujeres. Todo con un espléndido gusto y con la elegancia de los que han padecido la mezquindad de los mediocres en carne propia sin estimular la autoconmiseración. Fue un excelente amante de la vida.

* Este artículo apareció en la edición impresa del Viernes, 22 de mayo de 1998