Nunca la noche de San Juan ha gozado de tantos adeptos como ahora que casi nadie cree en su valor purificador. Miles de entusiastas de la noche más corta del año, desde descarados infantes a tiernos ancianos, invadieron ayer las playas de Almería para avivar hogueras antes de apagar sus propios calores en el agua. La masificación está alcanzando tales cotas que casi resulta impensable disponer de un metro cuadrado por familia. Las retenciones de tráfico tampoco disuadieron a los seguidores del solsticio de verano, que prolongaron la fiesta hasta el amanecer. Era una noche menguada.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Jueves, 25 de junio de 1998