Durante mis recientes vacaciones pude visitar uno de los lugares de moda de nuestro hermoso país, las Baleares. En mi estancia en Palma de Mallorca, ¡cómo no!, visité las conocidas cuevas del Drach, motivo de la indignación y decepción propia, y diría que de todos los que junto a mí viajaban en el autocar de la excursión.La dirección de las cuevas programa visitas a horas determinadas (hecho comprensible para su mantenimiento y conservación). En nuestra visita no seríamos menos de 400 personas; se nos conducía como borregos (con todo mi respeto hacia dicho animal); mirabas al frente o atrás y veías cabezas y cabezas impidiendo una buena vista; por los laterales se adivinaba la belleza que no dudo tendrá dicha cueva.
Quizá se podría regular la cantidad de gente que pueda entrar cada vez, un guía interno sería muy valorado. Porque quedan muy bonitos los rótulos de no fotos, no vídeo y no tocar, pero 400 personas (por visita) exhalando anhídrido carbónico dudo de que sea bueno, sino pernicioso para el entorno. Disfrutamos del país más visitado del mundo, debido a nuestro agradable clima, los bellos parajes y no olvidemos nuestros monumentos y museos, pero si queremos pasar de la cantidad a la calidad debemos trabajar mucho en dar un servicio de calidad.
No conozco si será cierto, pero la guía mencionó (y no tengo motivo para dudar) que en Baleares las cuevas son privadas, pues una empresa puede llegar a desprestigiar su propio producto por saturación. Pongan máxima atención, pues la buena reputación lleva toda una vida conseguirla, pero unos minutos o hasta segundos perderla. En lo que a mí respecta, para cualquiera que me pregunte, mi consejo sería: "En verano aprovecharás más tu tiempo tumbado en cualquier playa que siendo parte de un rebaño".
Cuidando y mimando todos estos aspectos, no sólo no verían reducida la recaudación, sino que probablemente aumentase.- .
* Este artículo apareció en la edición impresa del Martes, 1 de septiembre de 1998