El dentista me ha recetado dos medicamentos, naturalmente indicando el nombre comercial de manera tan ilegible como lo habría sido el genérico. Como en otras miles de recetas, en la mía se anota la posología: tres tomas diarias durante una semana; esto es, un total de 42 pastillitas. Pero, como en cualquier otra farmacia del país, en la de mi barrio no he tenido más opción que comprar envases que contenían un total de 62 entre cápsulas y comprimidos. Obviamente, me sobran 20 dosis; esto es, un 32% de mi gasto farmacéutico irá a la basura (me da pánico automedicarme más allá del ácido acetilsalicílico bávaro, aunque todos conocemos las variopintas boticas domésticas, testigos de las enfermedades de la casa, donde la mayoría de los sobrantes terminarán caducando si no pasan al solidario intercambio de repes entre familiares y afectos).¿Es tan difícil hacer lo que en otros países llevan tiempo practicando: adquirir la dosis prescrita por el médico? Por favor, los ciudadanos que queremos que se mantenga y desarrolle el sistema público de salud, amén de la particular de cada uno y de nuestros bolsillos, sólo exigimos de los representantes políticos sentido común, no falsas soluciones, como tampoco gestos para la galería.- .
* Este artículo apareció en la edición impresa del Lunes, 14 de septiembre de 1998