Veía un programa documental. Ocurrió hace 25 años. Lloraba con los que lloraban y recordaba con ellos. Diez días antes del golpe de Estado en Chile había perdido trágicamente a mi hermano.Se juntaron las lágrimas y recuerdos de aquella época. Lo que había supuesto para mí y las personas que me rodeaban la sensación de "algo nuevo es posible en Chile". En este país todavía teníamos la bota en la boca, aquella misma bota que a muchos, años atrás, había callado las voces de un deseo: la república.En Chile se repetía: otros personajes sin escrúpulos, vestidos con trajes que representaban la legalidad a la que habían jurado ser fieles con honor, mataban y maltrataban sin piedad a aquellas otras personas que, con sus palabras y hechos, se habían ganado la confianza de un pueblo.
Y mientras veía el reportaje pensaba que, si el consuelo existe para los familiares y amigos, puede ser el ver el respeto y el cariño con que son nombradas las víctimas de aquel brutal asesinato.Y así, en la memoria, se escribe Chile, la palabra perdida.-
* Este artículo apareció en la edición impresa del Viernes, 18 de septiembre de 1998