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81 "magnums" en Requena

Las guerras del último medio siglo habrían sido distintas sin Magnum. Al menos para todos aquellos que no las vivieron en sus propias carnes. La prestigiosa agencia de fotografía que nació como cooperativa de la mano de Robert Capa, David Seymour y Henry Cartier-Bresson ha marcado las imágenes impresas en la memoria de millones de ciudadanos del mundo. En este sentido, Magnum ha contribuido decisivamente a la percepción de un conflicto armado con su trabajo de reporterismo. Incluso en la actualidad, en la era de la dictadura catódica, de las guerras a la carta retrasmitidas por televisión, Magnum no ha perdido su condición de referente y continúa fijando en las retinas de medio mundo la viva imagen de la guerra, de la miseria, del ser humano. De hecho, la exposición que se inauguró el domingo en la sala municipal de exposiciones de Requena (Valencia), organizada por la Fundación La Caixa, incide en el aspecto más humano de las guerras fratricidas. Ruanda, Bosnia, Líbano, Argelia, Croacia, El Salvador, Afganistán... son algunos nombres propios de la larga lista de guerras civiles retratadas por las cámaras de Magnum. Muerte, hambre, refugiados, destrucción, miseria... verbalizan sólo en parte el horror. A pesar de la invasión diaria de imágenes, de que, como dice el director de Le Monde Diplomatique, Ignacio Ramonet, la saturación de información es un nuevo tipo de censura que, entre otras consecuencias, provoca en el espectador un distanciamiento de los conflictos narrados, por muy violentos que sean, y la pérdida de sentido crítico, las 81 fotografías de Magnum que se presentan en la exposición de Requena no pasan inadvertidas. Ejercen un magnetismo -algunas veces indeleble- en la mirada e invitan sin duda a la reflexión, convirtiendo el reporterismo fotográfico en una forma de aproximación a la realidad desde los postulados defendidos por Magnum: grandes temas tratados en profundidad a través de la mirada personal y subjetiva del fotógrafo. "Lejos de proponer una visión catastrófica del mundo, la exposición aspira a estimular nuestras conciencias aletargadas, a abrir nuestra mirada a una comprensión global de nuestras acciones. Las imágenes han sido seleccionadas privilegiando su capacidad de simbolizar, de devenir imborrables para la mente, más que para el estómago", señalan en la introducción del catálogo las comisarias de la muestra, Marta Gili y Agnès Sire. En palabras del escritor John Berger, que también se recogen en el excelente libro editado por La Caixa, "la cámara, que aísla un momento de agonía, no lo aísla más violentamente de lo que la experiencia del momento se aísla a sí mismo". Muchas de las fotografías expuestas han sido primeras páginas de numerosos periódicos de todo el mundo. Pero la intención de la exposición no es abundar en el lado más espectacular de una guerra civil, que tras el enfrentamiento en la antigua Yugoslavia, dejan de ser para gran parte de Occidente un fenómeno del pasado localizado en países del denominado Tercer Mundo para convertirse en un peligro permanente en cualquier lugar. Lejos de describir las distintas clases de guerras fratricidas, la exposición analiza una serie de circunstancias que irremisiblemente se viven en cada guerra civil a través de cuatro grandes apartados: Las caras de la ira, Pasaje de lo cotidiano, Heridas abiertas y ¿Nunca más? El primero de ellos presenta los prolegómenos del conflicto: las tropas se movilizan, los líderes se radicalizan, las armas llegan la población...; en el segundo apartado, la población se moviliza; Heridas abiertas remite al dolor, al sufrimiento, a la destrucción y la muerte; el último, muestra las secuelas de los conflictos fratricidas: heridas psicológica, físicas y patrimoniales. La exposición es también el pretexto para editar un magnífico catálogo que cuenta con textos del historiador Javier Tusell, del intelectual Regis Debray y del político y cooperante José María Mendiluce.

* Este artículo apareció en la edición impresa del Martes, 22 de septiembre de 1998

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