El escándalo ha sacudido hasta los cimientos de la vida política italiana, un país donde el fútbol es religión. Mientras el Gobierno de centro-izquierda anuncia medidas de control sobre el CONI, y los socios más radicales del Olivo, caso de Los Verdes y el Partido de Refundación Comunista, piden la cabeza de Pescante, el líder de la oposición, Silvio Berlusconi, considera que se está exagerando la historia del dopaje.Zeman, el hombre que destapó el caso, no oculta su satisfacción por los primeros resultados de la investigación. "Ya había dicho que las cosas no eran justas. Ahora tenemos las pruebas", declaró, "pero que no me echen las culpas si Del Piero empieza a jugar mal". Ayer mismo, el fiscal interrogaba a Padovano, ex futbolista del Juventus.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Martes, 22 de septiembre de 1998