Borís Yeltsin salió ayer brevemente del sopor en que lleva sumido desde que, a mediados de agosto, estalló la crisis y, a través de su portavoz, Dimitri Yakushin, recurrió al vocabulario de la guerra fría para lanzar una advertencia al Gobierno que, a trancas y barrancas, está formando Yevgueni Primakov.El líder del Kremlin hizo saber que su reacción será "muy dura" si "se violan los derechos económicos de los ciudadanos". Según él, la prohibición de la libre circulación de dólares, actualmente en estudio, supondría "un regreso al telón de acero" que dividió Europa tras la II Guerra Mundial.
Yeltsin, ya sin intermediarios, aseguró también ayer que "no habrá regreso al pasado", es decir, que no está dispuesto a consentir que se echen por tierra los logros de la transición hacia la economía liberal de mercado emprendida tras la desintegración de la URSS, hace casi siete años.
Lo que está en juego es si Rusia sigue por el camino que le ha conducido a este desastre, si regresa al que le llevó hace siete años a otro aún peor o si busca la bisectriz que tome lo mejor de uno y de otro, aún a riesgo de que ocurra justo lo contrario.
El presidente, derrotado por la Duma, que rechazó dos veces a su candidato a primer ministro, Víktor Chernomirdin, está arrinconado. El poder se ha desplazado hacia el Parlamento y hacia el Gobierno, donde los reformistas están en minoría frente a los partidarios de un mayor papel del Estado en la economía.
La difusión de un plan del número dos del Gabinete, Yuri Masliukov, que prevé fuertes restricciones a la circulación del dólar -que recuerdan los tiempos soviéticos-, disparó el jueves todas las alarmas. Primakov tuvo que salir al paso con una declaración que normalmente habría sido alarmante: aún no tiene programa económico, y la propuesta de Masliukov es tan sólo una más. Para terminar de tranquilizar a la población dijo que los pequeños huertos familiares serán decisivos para evitar el hambre este invierno.
En tres semanas, el ex ministro de Exteriores, cuyo nombramiento fue recibido como un bálsamo anticrisis, no ha sido capaz ni de presentar un programa ni de completar un equipo que lo aplique. Aún tiene que cubrir el puesto de viceprimer ministro encargado de las finanzas y de las relaciones con los organismos financieros internacionales. Peor aún, la mezcolanza de estatalistas, liberales, técnicos y funcionarios promete hacer saltar chispas.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Sábado, 3 de octubre de 1998