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Paliza final

El Madrid deja el Palacio de Deportes humillando al Samara

Con más sentimiento que nunca y con el frío ambiental de costumbre. Así se escribe la crónica de una despedida, del adiós definitivo del Madrid al escenario en el que ha escrito su historia más reciente. Diez años han pasado desde que el conjunto blanco abandonara su viejo pabellón de la Ciudad Deportiva para trasladarse al Palacio. El baloncesto estaba, por entonces, en auge. Eran otros tiempos, el añorado pasado. Pero incluso en un día tan emotivo como el de ayer faltó calor. Calor, ambiente, ruido y todas esas cosas que regalan unas gradas pobladas. La deserción de la afición ha llevado al club a volver atrás, a regresar a la modestia de su ahora reformado, o a punto de serlo, pabellón.El Madrid quería dejar huella en el día de su despedida y lo que dejó fue un socavón. Bajo sus pies de gigante quedó el pequeño Samara, al que apaleó. Demostró ser el cuadro ruso un enemigo impropio de tan señalada fecha y, lo que es peor, impropio de la máxima competición del baloncesto europeo. Resultó el evento un magnífico entrenamiento para el Madrid, al que le sobró ánimo y acierto. Y le sobró también Herreros, que ya es sobrar. El Samara enseñaba a Petenev, un pívot zurdo que venía precedido de una cierta fama. Sería, quizá, por sus 2,13 de estatura. Seguro que sí, porque su baloncesto, si lo tiene, murió arrollado por Struelens y por un Tanoka Beard, que en Europa actúa sin pañuelo pero con los mismos argumentos que en el torneo doméstico.

REAL MADRID- SAMARA, 101-72

Real Madrid: Lasa (9), Angulo (19), Herreros (9), Tanoka Beard (16), Struelens (7); Bobby Martin (12), Sergio Luyk (11), Santos (3), Iker Iturbe (11) y Antonio Bueno (4). Samara: David Evans (21), Grachev (9), Houston (13), Dalopchi (0), Petenev (7); Maltsev (10), Meleshenko (6), Antsiferov (4), Kisselev (2) y Garchine (0). Árbitros: Coelho (Portugal) y Taurino (Italia). Unos 2.000 espectadores en el Palacio de los Deportes de la CAM.

Dominó el Madrid bajo su aro, bajo el del rival, en las cercanías de su perímetro, en el otro, aquí y allí, corriendo y sin correr. Marcó diferencias desde el pitido inicial, ¿o fue antes? Engordó el marcador cómo y cuándo quiso. 15-7, 33-15, 56-35, 77-46. Herreros descansó y se limitó a lanzar tres triples. Y a meterlos, claro. La labor de bombardeo lejano quedó ayer en manos de Angulo, posiblemente el jugador español con más descaro a la hora de disparar.

Clifford Luyk dio oportunidad a los no habituales y todos se lucieron: Iker Iturbe, Sergio Luyk e incluso el juvenil Antonio Bueno. Aparecer ayer en la cancha del Palacio vestido de blanco era una invitación al éxito.

La diferencia final quedó en 29 puntos (101-72). Así firmó el Real Madrid su segunda victoria en la Liga Europea y así, de manera demoledora, dijo adiós al escenario de los éxitos y fracasos de sus últimos diez años. Se fue el Madrid a lo grande, con un resultado y un juego ruidoso, como corresponde a un equipo cuyo pasado asombra y cuyo futuro promete una barbaridad, por mucho que sufra el abandono de buena parte de los suyos.

* Este artículo apareció en la edición impresa del Viernes, 9 de octubre de 1998