"La UE apoya la entrada de China en la Organización Mundial del Comercio (OMC)", reiteraron a diestro y siniestro los comisarios europeos presentes en China. Para ello debe dar señas de que abrirá sus mercados, aunque sea escalonadamente, sobre todo en telecomunicaciones, banca, seguros y otros servicios. Pero China se resiste a hacer concesiones, pretende entrar a la carta, y la OMC "no es un club al que se asocia a los amigos, sino a quienes cumplen sus reglas", recordó ayer, con dureza cortés, Leon Brittan.Venía de una tormentosa reunión con la consejera de Estado (superministra) de Economía y Comercio, Wu-Yin. Ésta se negó en redondo a nuevas aperturas, porque el Gobierno alberga nuevos temores: al impacto de la crisis asiática, a la creciente protesta laboral. Por eso ha ralentizado el ritmo previsto de reformas como las privatizaciones y la apertura comercial.
La Comisión considera nimias -aunque repite que marcan un camino positivo-, las concesiones hechas hasta ahora por Pekín. Mantiene 1.000 aranceles superiores al 15% (cumbre que imposibilita prácticamente el acceso). Y, sobre todo, sigue cerrado el mercado bancario: hay 168 bancos extranjeros inscritos, pero apenas operan más que en moneda extranjera para sus clientes no-chinos. Están casi sólo para olfatear el terreno.
Y además China sigue imponiendo a los inversores extranjeros la obligación de asociarse con locales. Lo que desincentiva la transferencia tecnológica.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Sábado, 31 de octubre de 1998