Con motivo del 25 aniversario de la Galería Aritza y los datos recogidos para la próxima publicación de la Historia de las galerías de arte contemporáneo de Euskadi en los últimos 50 años, aparece la constante del desinterés de la sociedad por esta actividad cultural, a pesar de que la oferta de exposiciones ha sido de un importante nivel. ¿Se sabe que Picasso expuso en Bilbao? Aun reconociendo que la base de ese desinterés es la falta de educación artística, cuya responsabilidad es de la Administración, existe también la desidia de los medios de comunicación a quienes les corresponde informar y dinamizar la sociedad. Parecía que el efecto Guggenheim iba a cambiar las cosas, pero, a pesar de que en todas las encuestas los visitantes se quejan de la falta de otras ofertas culturales, nadie toma medidas. ¿Cómo va a contestar el bilbaíno consultado, si él mismo no tiene información? Una convocatoria de turismo cultural tiene un visitante específico, interesado en esa faceta del conocimiento y sobreentiende que la ciudad posee más actividades que las que ofrece este museo y un patrimonio histórico artístico digno de conocerse. Hasta el momento, no les ofrecemos más que nuestro buque insignia y nuestra gastronomía. Nos hemos perdido un millón de personas que podrían haberse enterado de qué es el arte español en la actualidad y de que esta ciudad tiene una actividad competitiva, aunque muchos, o mejor dicho la mayoría, no se han enterado.- . .
Los errores de Langai
Recientemente he recibido una carta de Langai, con el fin de poner mis datos al día. Cuál fue mi sorpresa, cuando observo que mi apellido no corresponde con el que en realidad es: Carracedo, y no Carracejo, además de otros datos que no corresponden con la información que yo aporté. No me extraña que en años no me hayan llamado para ningún trabajo. Considero que mis derechos se han visto vulnerados, por una negligencia de este servicio de colocación, que encima corresponde al Departamento de Trabajo. Cuando se pasan los años presumiendo de lo buenos que son, de cómo protegen a las personas sin empleo y, lo que es más verdad, de cómo justifican su presencia, para arreglar las estadísticas y aparentar los miles de puestos de trabajo que crean, después de cinco o seis años, me encuentro con que no se me ha llamado por problemas de transcripción en mis datos. ¡Qué vergüenza! Gracias por nada. Y que lo sigáis presumiendo bien.- . .
* Este artículo apareció en la edición impresa del Lunes, 16 de noviembre de 1998