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CARTAS AL DIRECTOR

Solemnes tonterías

Cualquier persona corriente, amparada en su libertad de expresión, puede dejar que sus labios, sin previa consulta a su cerebro, lancen al viento las más absolutas majaderías.Por suerte, éstas, por muy desafortunadas e inoportunas que sean, apenas superan los reducidos límites del entorno familiar, del círculo de amistades o del ámbito laboral.

Cuando los mayores disparates tienen su origen en los labios de personas que ocupan puestos de responsabilidad, a los que presumiblemente accedieron por tener también cerebro, resultan, por su repercusión, imperdonables e inadmisibles.

Es comprensible perdonar los errores de quienes anduvieron caminos equivocados y ser generoso con los arrepentidos que desanduvieron esos caminos y saldaron sus deudas, pero no lo debe ser hasta el punto de llamar travesuras a sus crímenes o presos políticos a los delincuentes que, sin ningún motivo, sembraron el miedo, la desolación y la muerte.

La vida no es un patio de colegio donde, para evitar a los matones, podría resultar más cómodo "hacerles la pelota" que "echarle pelotas" y enfrentarse a ellos; si esto no se tiene claro, pueden decirse las más solemnes tonterías.-

* Este artículo apareció en la edición impresa del Jueves, 31 de diciembre de 1998