Como en sus mejores tiempos, Sergiu Comissiona insufló aire fresco en los atriles de la Orquesta de Valencia con un programa insólito, que hizo escuchar nuevamente en el Palau la transcripción del Cuarteto en sol menor de Brahms realizada por Arnold Schönberg en 1937. Ésta es una de las versiones más sorprendentes de entre las acometidas por el autor vienés a partir de obras de otros compositores (recordemos que hizo lo propio con varios Preludios-Coral de Bach y conciertos de Haendel y Monn). La simbiosis tímbrica y armónica que se da entre la música original de Brahms y la reelaboración de Schönberg produce un fascinante flash-back sobre el buen conocer del cuarteto brahmsiano, quien a ratos se siente cómodamente instalado en un lenguaje nítidamente tradicional pero que en otros momentos (como en el Rondo alla zingharese) se sobresalta por el audaz tratamiento orquestal al que se ve sometida la escritura cuartetística. Vino precedida esta obra por la Toccata y Fuga en re menor de Bach (versión orquestal de Stokowski) y por el Concierto para violín de Samuel Barber. Esta segunda pieza rompió claramente la didáctica de un programa que, de haber incluido alguna otra transcripción de la Segunda Escuela de Viena (Berg y Webern tienen varias ciertamente grandiosas), habría sido ejemplar dentro del ciclo de nuestra orquesta. Intérprete prometedora El Concierto de Barber, más bien tedioso por lo reiterativo, gozó de una intérprete muy prometedora. Anne Akiko Meyers, quizás ideal para un Segundo concierto de Prokófiev, defendió el ladrillo barberiano desde la convicción que todo músico verdadero debe tener frente a la música que ejecuta. Sonido violinístico no muy grande, pero deliciosamente modulado, no exento de alguna desafinación, temperamento cálido y ¿por qué no decirlo? espectacular presencia escénica fueron los referentes más positivos de la bellísima violinista. Quizás convenga a la actual mercadotecnia, tan volcada en la imagen, ese halo de provocativa sensualidad que envolvió a Meyers cuando balanceaba su cuerpo al conjuro del Summertime de Gershwin, que tocó como propina. Comissiona y la Orquesta de Valencia forman un tándem que garantiza el equilibrio de fuerzas. Ni la batuta presiona, ni los músicos se tensan. Todo discurre con la naturalidad de la lectura desapasionada de las partituras. Los quiebros y los fallos son los que cabe esperar a partir de los elementos en juego. Tampoco es que unos y otros abundaran más que en otras ocasiones, aunque si la reacción del público fuese un síntoma fiable en la apreciación de un concierto se podría decir que éste fue de los que dejaron poca huella en el respetable.
Orquesta de Valencia Obras de Bach, Barber y Brahms
Anne Akiko Meyers, violín. Orquesta de Valencia. Director: Sergiu Comissiona. Palau de la Música, Sala Iturbi. Valencia, 15 enero 1999
* Este artículo apareció en la edición impresa del Domingo, 17 de enero de 1999