Juan Pablo II pronunció ayer un duro alegato contra la miopía de los poderes fuertes mundiales y de los países ricos, cuyos intereses egoístas están amenazando el equilibrio ecológico del planeta, lo que puede tener "consecuencias particularmente nefastas y desastrosas en cada país y en el conjunto del Globo". Para poner freno a esa situación, el Papa invocó la necesidad de que se establezca "un nuevo orden político, económico y jurídico mundial", fundado sobre "reglas morales claras de forma que las relaciones internacionales tengan como objetivo el bien común".La intervención del Papa se produjo en una audiencia a los participantes en la Semana de Estudios sobre la contribución de las Ciencias al Desarrollo Mundial, un encuentro promovido por la Academia Pontificia de las Ciencias.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Sábado, 13 de marzo de 1999