La misma intolerancia que le costó la vida al hermano de Hounia estuvo a punto de dejar a sus dos hijos huérfanos. Un comando integrista intentó asesinarla en su residencia de Argel. Quizás por ello, nadie mejor que esta farmacéutica argelina de 36 años para combatir la intransigencia, el racismo, el desprecio hacia lo diferente y fomentar la diversidad cultural entre el centenar de quinceañeros que ayer participaron en el segundo Salón de Educación Intercultural organizado por la organización no gubernamental (ONG) SOS Racisme. El principal objetivo de este curso es combatir el desconocimiento que los jóvenes tienen de los llamados países en vías de desarrollo y el pueblo gitano. Una gran nave que servía de mercado situada en el Barrio del Cristo de Valencia (calle del Santísimo Cristo, 77) sirve de gran escenario donde se suceden espacios dedicados a las peculiaridades culturales y la forma de vida en el África Subsahariana, el Magreb, América Central y del Sur y la cultura gitana. En cada uno de los apartados, decorados con objetos típicos del cada cultura, Hounia y el resto de la decena de profesores les explican, entre charlas y juegos, cómo podrían ser sus vidas si hubieran nacido miles de kilómetros al sur. Los escolares tienen 45 minutos para viajar de cultura en cultura de la mano de los mejores monitores que podían tener y de la forma más directa: a manos de los ciudadanos de los propios países. "Tienen unos conocimientos muy limitados y llenos de estereotipos" reconoce Faty Dembel, un sudanés de 31 años que lucha contra los tópicos explicando la situación de su país. "Relacionan Áfica con guerra, hambre y poco más", se lamenta, "desconocen las riquezas del continente y que gran parte de materias primas que consumen provienen de nuestro continente". Dembel mezcla en sus explicaciones a los chavales que deambulan por su escenario el bajo precio del cacao con las limitaciones que impone a Senagal el Fondo Monetario Internacional, una técnica pedagógica que, al menos con Carlos, de 15 años, ha dado sus frutos. "Ha explicado muchas cosas que no sabía", decía con cara de sorpresa, "los países ricos no les dejan exportar sus productos". Ayer fue el turno de los alumnos de tercero de ESO del Instituto de Formación Profesional de la Misericordia de Valencia los que tuvieron ocasión de completar los talleres teóricos que llevan realizando durante el curso con una jornada en vivo sobre diversidad. "Pretendemos llenar los huecos que dejan los libros de texto", afirma la coordinadora del curso Antonia Luján. No es casual que los jóvenes elegidos para los cursos estén entre los 14 y los 17 años, "entonces es cuando se forman los valores". Hasta el viernes, cientos de escolares valencianos también tendrán la oportunidad de contemplar una típica boda argelina, podrán realizarse tatuajes de Henna a manos de un especialista marroquí, asistir a un concierto de percusión de típicos tambores africanos y magrebíes y tomar contacto directo con una realidad a la que difícilmente tienen acceso a diario. El sábado, será el turno del público en general que podrá disfrutar del espacio de 17.00 a 20.00.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Martes, 23 de marzo de 1999