Dieciséis niños han muerto a manos de otros niños en una sangría que ni Quentin Tarantino ha imaginado. En nuestro país, muchos niños llevan navajas, palos, puños de hierro... y los usan todos los fines de semana al más mínimo mosqueo. No me cabe la menor duda de que llevarían una pistola si obtenerla fuese tan fácil como en EEUU, y que la usarían. A la inversa, si un arma de fuego no fuese fácil de obtener en EEUU, utilizarían armas blancas -qué término tan odioso-. Creo que trivializamos grave e irresponsablemente el problema cuando no pensamos más que en la manifestación física de la violencia. Si quitamos todas las armas, el violento se liará a puñetazos hasta saciar en su víctima su deseo de poder enfermizo. ¡Cómo me gustaría terminar esta carta ofreciendo la solución! No la tengo, pero, como alguien más inteligente que yo dijo una vez: "Para que el mal triunfe sólo es necesario que los hombres buenos se crucen de brazos". Quizá todo sea cuestión de amar al prójimo.-
* Este artículo apareció en la edición impresa del Domingo, 25 de abril de 1999