DE PASADACórdoba ha acogido en los últimos días dos actos multitudinarios de muy distinto signo. Ambos contaron con el apoyo de la ciudadanía. Primero fue la manifestación en solidaridad con la plantilla de Sureña; en torno a 1.000 personas recorrieron el centro urbano alentando a los trabajadores de la factoría cervecera. Dos días después, en la mañana del domingo, la Batalla de las Flores marcaba el inicio oficial del calendario festivo de mayo; 2.000 cordobeses celebraron el paso de las carrozas, aunque el secretario de la Federación de Peñas, Rafael Bejarano, un tanto exagerado, elevó a 15.000 el número de participantes. En medio de la protesta pro Sureña, casi inadvertidos entre los manifestantes, marchaban los candidatos del PP y el PSOE a la alcaldía de Córdoba, Rafael Merino y José Mellado. Más adelante, ataviada con una camiseta de la marca en crisis, Rosa Aguilar, cabeza de lista de IU. Resultó curioso que Mellado y Merino compartieran parte del recorrido. Solos, sin asesores ni periodistas incordiando. Cualquier persona ajena a la vida política de la ciudad habría pensado que se trataba de dos buenos amigos solidarios con el problema del paro. Ya puestos, podían haberle hecho un hueco a la candidata de IU. Dos días después, volvieron a encontrarse en el palco de la guerra de los claveles, que este año ha coincidido con el 25 aniversario de la revolución floral portuguesa. Ambas, contiendas incruentas, algo anormal en los días que corren. Es maravilloso que existan esos encuentros, que se propicie el diálogo entre adversarios políticos. Pero, ¿de qué hablaran en esos momentos? Sería estupendo escuchar cómo eluden unos y otros temas. A buen seguro, se parecerá a las conversaciones de ascensor. "Buen tiempo, ¿eh?". "Demasiado calor", contesta el otro, que en realidad tiene frío y está deseando llegar a la quinta planta.... En fin, justo antes se habrán puesto como un trapo; y al minuto de dejarse, tras estrecharse cordialmente las manos, volverán a hacer lo mismo. Sin duda, la salud mental de los políticos está demostrada. ¿Aguantaría cualquier otro tal esquizofrenia? El ciudadano medio lo sufre con el jefe o con algún conocido indeseable, pero de ahí a sonreírle al que te lleva a los tribunales y estudia con lupa tu declaración de la renta va un abismo. Un nuevo campo de estudio se abre a los psiquiatras. Esperamos resultados. ANTONIO FERNÁNDEZ
* Este artículo apareció en la edición impresa del Martes, 27 de abril de 1999