"Las pintadas no pintan nada". Es verdad, en más de un sentido, ese lema de las autoridades, en su campaña por eliminar lo que antes ellas mismas habían fomentado, los graffiti, precisamente por su "cualidad" de no "pintar", no decir nada. El silencio puede ser signo de plenitud, equilibrio, satisfacción, creatividad; pero, en una situación de injusticia, el silencio implica miedo, cobardía o embrutecimiento. Lo mismo ocurre con la impoluta limpieza de las paredes, que hoy nos quieren vendercomo señal de que "España va bien", sin acabar primero con las injusticias, sino reprimiendo policialmente hasta esas protestas.
Por supuesto, y como en otros campos, la represión de las pintadas de protesta viene de lejos. Como "no se elimina sino lo que se sustituye" se fomentaron en un primer periodo los graffiti para tapar, para que no pintaran nada las pintadas contra la guerra, el paro, la opresión policial y cultural, etcétera.
Rizando el rizo, las autoridades consiguen ahora hacer parecer justo y ecológico hasta el "limpiar" las protestas contra las más graves contaminaciones alimentarias y ambientales.
Así, mediante la manipulación de la opinión pública para que sólo puedan dirigirse a ella los de arriba, se condena como antiestético y cacofónico, anticuado incluso, ese grito de rebeldía del oprimido, crucificándolo hasta eliminarlo junto con los graffiti.
Sí: hoy, como un subproducto más de su maquiavélica política y de su represión, prácticamente, "las pintadas no pintan nada".-
* Este artículo apareció en la edición impresa del Martes, 18 de mayo de 1999