"¡Una sorpresota! ¡Se me han caído los calcetines!", ironizaba el dirigente opositor mexicano Cuauhtémoc Cárdenas al comunicársele que Esteban Moctezuma, ministro de Desarrollo Social, había renunciado a la candidatura en las primarias del oficial Partido Revolucionario Institucional (PRI) para elegir al aspirante a presidente en las elecciones del 2000. También anunció su renuncia, cantada, el empresario y gobernador de Veracruz, Miguel Alemán, con lo que el ministro de Interior dimisionario, Francisco Labastida, queda como el hombre del presidente, Ernesto Zedillo. Poco le inquietan sus contrincantes: el gobernador de Tabasco, Roberto Madrazo, y el exgobernador de Puebla, Manuel Bartlett.Madrazo, priísta tradicional y ahora transgresor, declaró que "el reto está en romper la línea de los apoyos corporativos que se manifiestan a favor de un candidato", en referencia al apoyo del aparato del PRI a Labastida.
También intervino el subcomandante Marcos sobre el entierro del dedazo, el vicio ejercido desde 1929 por los presidentes, todos del PRI, para imponer a su sucesor. El desafío, declaró, no es escoger un candidato, sino hacerlo "sin que corra la sangre".
* Este artículo apareció en la edición impresa del Viernes, 21 de mayo de 1999