Las aguas de la ría del Nervión suben y bajan al ritmo de las mareas por el cauce que atraviesa el centro de Bilbao, unos días grisáceas y otros del color del café con leche. La corriente sigue sucia y maloliente a la espera de que el Plan de Saneamiento cumpla su objetivo de devolver la vida a toda la ría en el año 2004. Sus orillas, en cambio, están irreconocibles: ahí se levantan el Museo Guggenheim y el Palacio de Congresos y Música Euskalduna y sus márgenes se unen ahora con el metro y dos nuevos puentes.El área de Abandoibarra, una superficie de 350.000 metros cuadrados abandonados por la industria y la actividad portuaria en el mismo corazón de la ciudad, forma la postal del nuevo Bilbao, la ciudad que sobre las cenizas de su pasado industrial trata de desarrollar el sector de servicios y las actividades culturales.
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Barcelona tuvo los Juegos Olímpicos; Sevilla, la Exposición Universal. ¿Y Bilbao? La capital de Vizcaya sólo contaba con su propia decadencia para impulsar la regeneración urbana y enganchar a ella nuevas actividades económicas. La sociedad pública Bilbao Ría 2000, formada por la Administración central y sus empresas y las instituciones vascas, ha sido el instrumento de la transformación urbanística gracias a la inversión de unos 40.725 millones de pesetas, en un 87% procedentes de la venta de suelo propiedad de sus socios, en los últimos seis años.
La reciente inauguración de una línea ferroviaria de cercanías, con cinco nuevas estaciones, y la urbanización del parque de Amézola, que conecta el barrio de Rekalde con el Ensanche, son sus aportaciones más palpables. Pero el buque insignia de Bilbao Ría 2000 es Abandoibarra, donde, liberada ya de las barreras ferroviarias y con el Guggenheim y Euskalduna en marcha, se pretende mezclar las zonas verdes con viviendas, oficinas, el rectorado de la Universidad del País Vasco o una gran bibloteca de la Universidad de Deusto.
Su objetivo es ser la locomotora de la ciudad de servicios, pero su tirón se encuentra con la rémora de que su edificio emblemático, una torre de 30 plantas, inicialmente prevista como un polo de atracción de iniciativas privadas, será ocupada por la Diputación de Vizcaya. Y, además, no cumplirá con la reserva de suelo para viviendas sociales; en Abandoibarra habrá 800 pisos de lujo mientras que los pisos baratos se irán a la periferia. Pero, además de Bilbao Ría 2000, la revitalización ha contado con el apoyo financiero del Gobierno vasco y la Diputación de Vizcaya. A los 100.000 millones gastados para construir el metro se han sumado cerca de 20.000 millones para poner en marcha el Guggenheim, incluida la compra de obras de arte, y otros 12.000 millones del Palacio Euskalduna.
El éxito del Museo Guggenheim -1.300.000 visitantes en un año- ha hecho que se acuñe la expresión efecto Guggenheim para explicar el viento favorable que sopla en Bilbao. "Ya no se habla de la ciudad de las maquetas", dice José Antonio Garrido, presidente de Bilbao Metrópoli 30, asociación que reflexiona sobre los retos estratégicos del área metropolitana. "Los proyectos son ya realidades con las que la ciudad gana credibilidad. Se ve otra tendencia".
La transformación no ha llegado a todos los barrios. A menos de dos kilómetros de la flamante Abandoibarra, Bilbao La Vieja es la otra cara de la moneda. Sus 18.000 habitantes, un 30% inmigrantes, viven en una zona depauperada -un tercio no tiene trabajo- por el tráfico de drogas, la prostitución y la infravivienda. La esperanza para el barrio se asienta también sobre la regeneración urbana: en el plazo de cuatro años se van a derribar 500 viviendas y a construir 4.000 pisos y amplias zonas verdes.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Martes, 1 de junio de 1999