Soy parte de esa realidad espiritual de esa Soria repartida por el mundo; soy una soriana (y sanjuanera) que sintió una sensación inexplicable cuando, al ir a su tienda de periódicos habitual para comprar EL PAÍS, se encontró en primera página un titular con alusiones a su tierra. Algo pasa en Soria. ¡Ah! Pero ¿en Soria pasa algo? Me respondió una española que se encontraba conmigo en esos momentos: "La imagen que yo tengo de Soria", me dijo, "es de un pueblecito pequeño, donde nunca pasa nada y por donde parece que no pasa nunca el tiempo". Y ésa es la imagen con la que nos hemos resignado años y años, no obstante, siendo felices. Tenemos que dar las gracias al deporte (Fermín Cacho, Abel Antón, a los éxitos del voleibol), y particularmente al Numancia, que nos ha sacado del letargo y de nuestra particular manera conformista de vivir. Letargo del que las autoridades políticas han sido fiel reflejo. El triunfo del Numancia ha roto el silencio del soriano. Soria abre sus fronteras, sus puertas, hacia el año 2000, con muchas ilusiones y proyectos.- . .
* Este artículo apareció en la edición impresa del Sábado, 3 de julio de 1999