Cuando el sol sale en el Parque Natural de las Sierras Subbéticas, a la altura de Priego de Córdoba, retorna al anonimato la silueta del mamífero que ha aprovechado la penumbra para sus correrías nocturnas. De los gatos, hay uno que permanece en estado silvestre recorriendo montes y olivares en busca de presas fáciles y accesibles. Algún que otro pájaro cae en sus garras, hábiles para el salto y la captura. Ratones, conejos o pequeños mamíferos son víctimas perfectas para satisfacer las necesidades alimenticias de estos ejemplares, que andan estos días pariendo crías en el contorno de los montes cordobeses. El gato montés no duda en acercarse a pueblos y casas por la noche para tener relaciones amistosas con otros felinos, urbanos y acomodados. Su colorido pardo, salpicado de manchas y rayas negras, le facilitan un buen camuflaje, una circunstancia que no desaprovecha ni para cazar ni para esconderse de las miradas de los curiosos compañeros del monte. La cola termina en una punta negra, precedida de anillos negros, no siempre contorneados ni completos, que adornan el pelaje rayado que convierte al gato montés en un animal muy hermoso. Aunque su gran parecido con el gato doméstico hace que se confunda con los asilvestrados, también llamados cimarrones.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Jueves, 5 de agosto de 1999