Cuando los ganaderos se apretaban los callos y se remojaban el gaznate con satisfación y alcohol por la venta de una res, jamás pudieron imaginar que su festejo iba a derivar en un fenómeno inexcusable. La Feria deja un reguero de caldos de la tierra y flores marchitas tras su estancia en una melena lozana a su paso por Andalucía. La Feria, como tal, en concepto, es una ocupación festiva -bien, se trata de divertirse, pero hay que seguir determinadas y severas normas- que gusta en todos los pueblos y ciudades de Andalucía. Ahora beben y bailan en Almería. Sin necesidad de vender un animal.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Lunes, 23 de agosto de 1999