LA INAUGURACIÓN, finalmente ayer, del último tramo de la autovía Madrid-Lisboa viene a marcar una nueva realidad llena de posibilidades de futuro. Con este eje por tierra se estructura lo que se está convirtiendo en una estrecha relación entre España y Portugal, cuyos intereses a menudo coinciden y cuyas economías se entremezclan en la Europa del euro. Es más, es un eje terrestre que se echaba a faltar para amarrar la península Ibérica al resto de Europa. A todos beneficiará, incluida Extremadura, aunque de Lisboa a Badajoz el tramo sea de peaje y gratuito de allí a Madrid. Era una deuda histórica que España y Portugal tenían consigo mismos y que ahora se ha de completar con otras vías.Sin embargo, pese a los abrazos de todos los ayer presentes en Elvas, la finalización de este enlace contrasta con los recelos que persisten entre ambos países. La última muestra ha sido la barricada que el Gobierno portugués ha puesto para impedir la compra del Grupo Champalimaud por el BSCH. La lógica de esta Europa va hoy por otros derroteros, justamente por la creación de redes comunes, virtuales o físicas, que tienen en la autovía Lisboa-Madrid su último y mejor ejemplo.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Sábado, 4 de septiembre de 1999