Veinticinco años en activo ha cumplido esta banda que, desde sus inicios, supo combinar como nadie el viejo estilo zydeco, la música norteña norteamericana y el rock and roll latino tal y como lo formulara el malogrado Ritchie Valens. Lo ha hecho, además, editando un décimo elepé llamado This time, en el que ha demostrado su vigencia haciendo evolucionar su estilo hacia terrenos más elegantes y llenos de swing.
En su actuación en Madrid, sin embargo, evidenció también una querencia hacia el blues desparramado, solemne y machacón, que procede seguramente de su ciudad de origen, Los Ángeles.
Había gran expectación entre el público asistente, la mayor parte de los cuales aún guardaban en la retina y la trompa de eustaquio su primera y gloriosa visita a la capital, hace ya más de trece años. Por eso la primera reacción fue un tanto de frialdad, al descubrirlos en una vena más áspera y oscura a los acordes de Run away with you o Colosal head. Parecían unos Lobos más lánguidos y lentos y el éxito de la actuación peligraba por exceso de improvisaciones.
Los Lobos
Steve Berlin (saxo y teclados), César Rosas (voz y guitarra), David Hidalgo (voz, guitarra y acordeón), Louie Pérez (batería, guitarra y voz), Conrad Lozano (bajo y voz) y Víctor Bisetti (batería y percusión). Sala Caracol. 2.800 pesetas. Madrid, miércoles 22 de septiembre.
El uso de la flauta travesera por parte de Steve Berlin no arregló las cosas, porque es bien conocido que, exceptuando Ian Anderson y alguno más, la flauta se da de tortas con el rock de verdad.
Sin embargo, la cosa se fue reconduciendo a medida que el grupo iba desperezando el influjo de sus raíces hispanas y comenzaban a sonar cumbias, corridos y polkas mexicanas. Ahí comenzó la verdadera fiesta de guitarras tocadas con alegría, voces y coros pachucos y la complicidad del respetable, que comenzó a botar, entregarse y llenar el aire de sudor.
A los acordes de Anselma, Angelina, Ahí te dejo en San Antonio, C"mon Let"s go o el clásico Volver el personal se reconcilió con los viejos Lobos que enseñaron a los acomplejados latinos que hacer rock and roll y tener raíces no-sajonas no tiene por qué ser incompatible. Sólo les faltó tocar La Bamba para rematar del todo esa lección.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Viernes, 24 de septiembre de 1999