El órgano Hammond irrumpió en el mundo del jazz a finales de los años cuarenta y alcanzó un lugar de privilegio en la escena mundial una década después gracias a malabaristas del teclado como Jimmy Smith. También en el mundo del jazz todo lo que sube baja y, con la llegada de los setenta, el órgano Hammond entró en vía muerta arrasado por el potencial de los nuevos teclados electrónicos. Por suerte, los defensores del instrumento siguieron al pie del cañón casi como una congregación religiosa en posesión de la verdad. El tiempo les dio la razón y en la segunda mitad de los noventa los nuevos seguidores del acid jazz o del bass"n"drum han redescubierto el instrumento elevando a los altares a nombres tan denostados anteriormente como el propio Smith, Brother Jack McDuff, Groove Holmes y Rhoda Scott. Precisamente Rhoda Scott tuvo la culpa de que Stéfan Patry se enamorara en este instrumento. Un amor que ha convertido al músico parisiense en uno de los mejores especialistas mundiales de este aparatoso pero reconfortante instrumento. Patry, además de dedicarse al Hammond como intérprete, es uno de sus más encarnizados defensores, organizador, por ejemplo, del primer Festival de Órgano Hammond de París y de los encuentros de Calvi, donde presentó un concierto con cinco de estos instrumentos sobre el escenario. La visita barcelonesa (desde hoy hasta el próximo sábado, cada noche a las once en Jamboree) de Stéfan Patry no será tan aparatosa: en el sótano de la plaza Reial instalará un solo Hammond, pero contará con la colaboración de la cantante Mina Agossi y el batería Peer Wyboris.-
* Este artículo apareció en la edición impresa del Martes, 28 de septiembre de 1999