Cada año, cuando comienza el curso, recuerdo que la sensación de empezar un bloc nuevo en el colegio era como una promesa de cambio, aunque al poco tiempo se iban torciendo la voluntad y los renglones. Me pasaba lo mismo con los bolígrafos: éste no lo morderé -pensaba-. Acabaré toda la tinta del tubito y el capuchón estará como nuevo. Pero nunca lo conseguí. Con los estudios me sucedía lo mismo. Cuando estaba a punto de concluir el curso pensaba que si pudiese volver a empezar todo sería distinto. Ahora, tan lejano el colegio, tengo esa sensación con la vida, pero es imposible volver a empezar y, además, de la vida no venden recambios. Será el otoño.- , .
* Este artículo apareció en la edición impresa del Martes, 12 de octubre de 1999