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Tribuna:

Gente de fuera FRANCESC VALLS

En Cataluña las ideas disolventes vienen de fuera. Lo decía Torras i Bages y lo repite con asiduidad cierto nacionalismo que se alimenta de las mismas raíces. El seny català, dice Ramon Masnou, obispo emérito de Vic, se materializa en el buen catalanismo. El pasado lunes, Pujol recibió una pitada de parte de los asistentes a un concierto-mitin confusamente compartido entre Los Chunguitos y CiU en Nou Barris. ¿Quiénes eran los saboteadores? Pues gentes de fuera del nacionalismo catalán, vidalquadristas y socialistas, según la interpretación de los hechos realizada por la ortodoxia. Duran Lleida, el líder de Unió, tuvo un gesto condescendiente: aseguró que él hubiera silbado a los Beatles en condiciones parecidas. No obstante, para no romper la estrategia conjunta de campaña, el líder de Unió se apuntó a la tesis de los saboteadores estratégicamente apostados en el parque de la Guineueta.

El manual recomienda no echar nunca las culpas a la masa, sino a los grupos de agitadores perfectamente adiestrados. Las teorías conspirativas de la historia tienen buenos discípulos entre los políticos. Si la CIA ha organizado, de acuerdo con la ortodoxia de cierta izquierda, el quehacer diario en el mundo durante décadas, ¿por qué no pueden hacerlo durante una velada rumbera agentes procedentes de vidalquadrismo o del universo socialista?

El vidalquadrismo, aunque amordazado por José María Aznar, es intrínsecamente perverso -según el manual nacionalista- y además visceralmente contrario al pacto que CiU mantiene con el PP. Y el socialismo es ahora el enemigo que se debe batir, situación que bien podría cambiar si el PSOE necesitara dentro de unos meses los votos de los nacionalistas catalanes, como ya sucedió entre 1993 y 1996. Aunque aliados instrumentales, el PP y el PSC forman parte para CiU de "los de fuera", sucursales que ahora traen a "sus jefes" de Madrid para que les hagan campaña electoral, en palabras del mismo Jordi Pujol.

Pero los de fuera triunfan allí donde los de dentro no pasan de la discreción. Felipe González fue recibido ayer con entusiasmo en Santa Coloma de Gramenet, allí donde otros no hubieran pasado de media entrada. Si hay catalanes que hacen suyos a los de fuera, la experiencia invita a revisar conceptos o a buscar la generosa fórmula de convertirlos de un plumazo en hijos adoptivos.

Aunque la doctrina convergente, de forma oficial, hable de gente de fuera o de agitadores, sobre los hechos ya ha sido capaz de rebobinar. Cuando Jordi Pujol se hallaba ante la enorme pitada del parque de la Guineueta del pasado lunes, habló a los congregados de Camarón de la Isla, y lo hizo en castellano, la lengua que es común denominador de los de fuera.

En esta campaña, aunque hayan abundado los recursos a los tópicos más rancios, muchas cosas están cambiando. Por primera vez, CiU montó un macromitin-concierto, frustrado, eso sí, pero finalmente realizado en una zona como Nou Barris. Quizá la realidad está acabando por imponerse y los de fuera llevan tantos años entre nosotros que ya son de casa.

* Este artículo apareció en la edición impresa del Jueves, 14 de octubre de 1999