El cartelismo cinematográfico, un oficio en extinción, desaparecerá del todo si el Ayuntamiento persevera en su deseo de retirar las grandes carteleras de la Gran Vía. Así lo cree Inés Sánchez, responsable de uno de los dos talleres madrileños dedicados a pintar sobre tela a los protagonistas de las películas de estreno. "Además, nos quedaremos en la calle", advierte la cartelista.Sánchez, de cuyo taller dependen cuatro familias, no se explica el motivo de la medida. Se muestra tan perpleja como indignada. Ella, que siempre ha sostenido que la Gran Vía se quedaría en nada si perdiera los grandes reclamos cinematográficos. "Nosotros ponemos arte en la calle, y el Ayuntamiento, que debería promocionar cosas como ésta, sólo piensa en cargárselo", sostiene.
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"Es un proyecto impresentable. Las carteleras no afean, y contribuyen a dar buen ambiente", añade Inés Sánchez. La mujer se plantea por qué el Ayuntamiento no empieza por erradicar la delincuencia de la Gran Vía si realmente quiere mejorar la zona. También se pregunta si la prohibición de las carteleras afectará a las lonas publicitarias que suelen recubrir las fachadas en obras de la céntrica calle. Sobre la posibilidad de instalar los anuncios de cine en el templete de la Red de San Luis (desmontado hace años), Sánchez cree que no habría espacio suficiente.
El cartelismo cinematográfico ha tenido su principal refugio en la Gran Vía. El cierre de las salas de barrio y el posterior auge de los multicines (que carecen de grandes anuncios) ha diezmado los encargos de estas labores artesanas.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Viernes, 22 de octubre de 1999