Una más abierta disponibilidad de las instalaciones educativas es deseable, pero seguramente no ha sido un educador el que ha aconsejado a Joaquín Almunia que se manifieste públicamente en contra de la jornada continua en los centros (EL PAÍS, 12 de octubre de 1999). Durante años, mi jornada ha terminado a las tres, y, ciertamente, en la últimas clases el cansancio hacía que la atención y la concentración fueran a menos. Este curso, con horario partido, observo en las clases que se da después de comer un rendimiento mucho menor aún. Para los educadores es descorazonador resignarnos a ser sólo "canguros", pero representamos un menor número de votantes que el de muchos padres a quienes la escuela y el instituto se les presentan como simples comedores y guarderías. Salvando las distancias, ¿a quién se le ocurriría convocar un mitin a las tres y media?- . .
* Este artículo apareció en la edición impresa del Viernes, 29 de octubre de 1999