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Tribuna:

Lo normal

La familia tradicional siempre fue un lugar raro, cuando no una fuente de perversiones, de locura. Ahí tienen a ese señor de Córdoba que penetró analmente a su hijo de cuatro años, viéndose obligado a desgarrarle, a su pesar, por no presentar el violado las medidas adecuadas. Pues bien, ahora resulta que según el juez se trata de "un hombre de intachable conducta, que goza del afecto y consideración de sus convecinos, así como del cariño de su esposa e hijos". Un modelo, en fin. Al magistrado le ha conmovido más la rectitud moral del violador que el desgarro anal (por no hablar de la fractura psíquica) del niño. Qué hombre tan selectivo, tan curioso.Uno no le desea la cárcel a nadie, desde luego, pero no sabe qué es peor, si que haya padres violadores o jueces para quienes la violación es normal cuando se practica en familia. Se supone, aunque evidentemente es mucho suponer, que un magistrado ha de ser una persona equilibrada, culta, y que debería tener el instinto de proteger al más débil de la cadena, en este caso al niño de cuatro años al que su bondadoso papá violaba mientras se duchaban juntitos, en familia. Asegura el juez que el niño asumía lo sucedido y que resultaba conmovedor ver cómo abrazaba a su padre. ¿Y qué va a hacer el pobre? También las niñas a las que arrancan el clítoris buscan la protección de sus castradores. Pero eso es una patología, por favor, no una demostración de amor filial. ¿No ha oído hablar su ilustrísima, o lo que sea, del síndrome de Estocolmo? Yo no sé si el acusado debería ir a la cárcel o al psiquiátrico, no he hecho oposiciones, pero de lo que no me cabe la menor duda es de que el niño necesita ser protegido de las obsesiones venéreas de su padre y de la comprensión del tribunal que ha solicitado su indulto para que regrese toda la familia a la bañera.

¿Qué le pasa a la justicia? Hace poco, en Madrid, un loco en libertad provisional mató a una mujer que llevaba meses pidiendo protección a gritos. Ahora, en Córdoba, otro juez pretende poner en libertad a un perverso que se lo monta con su propio hijo debajo de la ducha. ¿De dónde son estos seres vestidos de negro? ¿A qué dedican el tiempo libre? Aunque casi prefiere uno no saberlo.

* Este artículo apareció en la edición impresa del Viernes, 29 de octubre de 1999