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Tribuna:

Astilleros

NEGRITASANTONIO HERNÁNDEZ-RODICIOUna antigua máxima gaditana, aplicable a otras zonas de pasado económico monodependiente, reza: "Cuando astilleros se resfría, Cádiz estornuda". La Bahía no depende ya de la construcción naval, pero el sector sigue siendo pieza clave. Además, existen nudos sentimentales e históricos imposibles de desanudar. Por eso no extraña que en la manifestación de ayer los líderes de todos los partidos se situaran en las primeras filas, componiendo la figura y administrando los silencios.

Como en Cádiz los astilleros trascienden de lo meramente económico -en los años sesenta, en los últimos estertores del nacionalcatolicismo, llevaban a la Virgen del Rosario, patrona de la ciudad, en procesión hasta la factoría- a nadie le extraña que la alcaldesa, Teófila Martínez, y otros líderes populares aguantaran el chaparrón, impertérritos, cuando al pasar por delante de la sede del Partido Popular clamaban los operarios: "No se ven, no se ven, los barcos del PP", entre otros calificativos poco cariñosos.

La cosa, está claro, no iba con ellos. Como tampoco iba con los socialistas que hace unos años acudían a las manifestaciones cuando el ministro del ramo, Juan Manuel Eguiagaray, de su mismo partido, anunciaba el cierre de la factoría de Cádiz. Era curioso comprobar cómo los Luis Pizarro o Alfonso Perales aguantaban el tipo, hasta minutos antes de que algunos manifestantes asaltaran y pegaran fuego a la sede del PSOE. El asunto tampoco iba con ellos. Ayer también se manifestaron, junto al consejero de Industria, Guillermo Gutiérrez. En Izquierda Unida lo han tenido más fácil: el diputado Willy Meyer, ajeno al poder, no tuvo problemas en asistir a ninguna cita de reivindicación obrera, ni ayer ni hoy. Igual que el secretario del Partido Andalucista, Ricardo Chamorro.

Mientras no terminan de despejarse esos "negros nubarrones" que vaticina hace años Jesús Gargallo, presidente del comité de Cádiz, el ladrillo y el hormigón acorralan a la factoría. Esta misma semana la alcaldesa visitó las obras de los llamados terrenos ociosos, donde se contratan bloques de vivienda sin parar. Al lado, AESA se las ve y se las desea para contratar barcos. Lo bueno que tiene este conflicto es que la culpa es de los coreanos y la responsabilidad no es de nadie. Sólo de la Unión Europea.

* Este artículo apareció en la edición impresa del Sábado, 6 de noviembre de 1999